¿Se aprende sobre sexualidad con la pornografía?
Algunos jóvenes piensan que la pornografía puede ayudar a saber más sobre el sexo. Sin embargo, la pornografía presenta una visión manipulada de las relaciones sexuales; que no se ajusta a la realidad.
En primer lugar, se ofrecen imágenes poco realistas de las personas que aparecen en ellas. Por ejemplo, se tiende a centrar el valor de la persona en su constitución física. Esto puede afectar negativamente a quien las ve, porque normalmente no se ajusta a esos “estándares”. Además, al acostumbrarse a percibir como “ideales” esos cuerpos y esas relaciones sexuales, una persona puede acabar decepcionada con sus propias relaciones sexuales aunque sean totalmente normales e incluso mejores que esos supuestos “estándares”.
Otra distorsión de la pornografía es que todo sucede con facilidad y sin problemas. Los dos “funcionan” perfectamente, y ambos están dispuestos y excitados desde el principio, olvidando que los ritmos del varón y la mujer son diferentes para llegar al orgasmo.
Por otro lado, hay un elemento que es esencial en las relaciones sexuales y que suele omitirse en la pornografía: el sentido de la relación. Las relaciones sexuales más gratificantes son las motivadas por el amor que va más allá de la exclusiva búsqueda mutua de placer o de la satisfacción fisiológica de un impulso. Con la pornografía, uno puede pensar que el sexo es cuestión de dominar determinadas técnicas físicas. Pero, además del placer, la relación sexual plena implica también cariño, conocimiento mutuo, atención hacia el otro.
Por último, un elemento frecuente en la pornografía es la presencia de violencia o de sometimiento. Con el argumento de que son “adultos que consienten”, se muestran escenas de personas sometidas, humilladas e incluso agredidas. Sin embargo, la violencia y el sometimiento no dejan de ser actos violentos aunque lo padezca un adulto que consiente. Además, esas escenas crean una tendencia a que uno imite dichos actos, y esto a la larga puede conducir a actos violentos con o sin consentimiento.
Se entiende así que ver imágenes y contenidos pornográficos no te preparará mejor para tener relaciones sexuales satisfactorias que sean expresión auténtica de tu amor por otra persona. Lejos de mostrarte cómo es una verdadera relación sexual, puede afectar a tu juicio sobre ella, ofreciéndote una imagen de la sexualidad completamente distorsionada y decepcionante. Parte de la belleza de la sexualidad es aprender (juntos) con quien ha comprometido su vida contigo y no limitarse a “imitar” los clichés que se ven en la pornografía.
Además, la pornografía puede tener otros efectos perjudiciales para ti, aunque pienses que ese erotismo no te afecta (Véase pregunta: ¿Ver pornografía puede hacerme daño?).
Si quieres aprender más sobre la sexualidad acude a fuentes de información fiables o personas en las que confías, y que coincidan con los valores que son importantes para ti.
¿Ver pornografía puede hacerme daño?
En la actualidad hay un importante consumo de pornografía por parte de jóvenes y adultos, facilitado por su fácil acceso a través de Internet y materiales multimedia.
Algunos ven pornografía pensando que pueden aprender más sobre la sexualidad, otros como una actividad de entretenimiento y otros simplemente por curiosidad. Todos piensan que, en cualquier caso, no hacen daño a nadie. Sin embargo, la pornografía puede tener consecuencias negativas para quien la consume y para las personas de su entorno.
- En primer lugar, la pornografía puede provocarte una adicción y orientarte hacia la búsqueda de contenidos sexuales con mayor frecuencia, cada vez más fuertes, y con un mayor grado de violencia y abusos. Esta dependencia puede aparecer incluso aunque la primera vez se acceda a la pornografía por casualidad o por curiosidad. (véase pregunta ¿Podría quedarme “enganchado/a” a la pornografía?).
- Ver pornografía puede provocar que tengas mayores dificultades para gestionar tus impulsos y conducirte a situaciones en las que pierdas fácilmente el control de tus actos (por ejemplo, teniendo una relación sexual que inicialmente no habías previsto y realmente no quieres).
- La pornografía te ofrece una imagen distorsionada de la sexualidad. Esto puede generar en ti expectativas irreales frente a la relación sexual y provocar sentimientos de frustración e insatisfacción.
- Ver pornografía también te insensibiliza ante el atractivo natural de la belleza femenina o masculina y ante los estímulos sexuales. Quien se acostumbra a ver imágenes sexuales artificiales puede perder su capacidad para responder adecuadamente ante estímulos de la vida real.
- En esta línea, también puede disminuir tu capacidad de disfrutar plenamente de una relación sexual futura. Tenderás a tratar de imitar aquello que viste en películas y revistas, las imágenes que se ven pueden resultar difíciles de “olvidar” y perderás la espontaneidad, la capacidad de sensibilizarte, emocionarte y de aprender en tus relaciones junto con la persona que amas.
- La pornografía, además, puede provocar las actitudes sexistas, favoreciendo que veas al hombre o a la mujer como meros objetos sexuales e incluso de violencia y dominio.
- Por último, es un hecho que el negocio de la pornografía es un estímulo a veces directo, y en cualquier caso indirecto, de diferentes formas de abuso y desprecio de personas (adultos y menores), causando así mucho sufrimiento en mucha gente. Con el consumo de la pornografía se puede considerar que estás colaborando indirectamente a este sufrimiento.
Por tanto, cuando sientas el deseo de ver pornografía, piensa en las consecuencias negativas que esta conlleva y pregúntate: ¿La necesito? ¿Qué me lleva a buscarla? ¿Me ayuda a amar mejor? (ver la pregunta ¿Se aprende sobre sexualidad con la pornografía?).
¿Podría quedarme “enganchado/a” a la pornografía?
Sí. La pornografía puede crear adicción.
Se sabe que la pornografía estimula, en un corto plazo de tiempo, la secreción de una sustancia del cerebro, la dopamina, que produce una sensación de placer y bienestar.
El potencial adictivo puede ser idéntico al de los juegos de azar o de algunas drogas. Así como las personas con estas adicciones necesitan jugar o consumir cada vez más para conseguir segregar la misma cantidad de dopamina, las personas que ven pornografía pueden acabar necesitando cada vez con más frecuencia imágenes más explícitas, más extrañas, más violentas…
En todos estos casos, tras el estímulo de dopamina, la persona consumidora se siente deprimida, irritable, ansiosa o deseosa de consumir más. Con lo cual, necesitará de su adicción para evitar sentirse así.
Se trata de un ciclo de dependencia que, con el tiempo, se acentúa pudiendo llegar a tener graves consecuencias para la persona y su entorno. Estas consecuencias pueden ser de tipo físico, afectivo, social y espiritual. La dependencia puede aparecer aunque la primera vez se haya acudido a la pornografía por casualidad o por curiosidad.
La pornografía está cada vez más extendida porque existe toda una industria del sexo que vive de ella y a la que le interesa que haya mucha gente dependiente para ganar dinero a su costa, sin importarle las pésimas consecuencias para las personas. Precisamente cuánto mayor es el perjuicio a la persona, la dependencia, mayor será el consumo del producto que ellos venden.
Si quieres valorar tu consumo de pornografía, puedes hacer el siguiente test.