En los últimos años, el consumo de pornografía ha crecido exponencialmente gracias a la expansión de internet, lo que ha generado una creciente preocupación por su impacto en la salud mental y el bienestar emocional de los usuarios. Mientras que muchos estudios y esfuerzos en prevención se han centrado en los efectos de la violencia y la adicción a este tipo de contenido, especialmente en población infanto-juvenil, se ha prestado menos atención a sus efectos sobre la percepción de la propia imagen y la figura corporal. Este es un aspecto de gran relevancia, dado el aumento de casos que estamos sufriendo en relación a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y a una sociedad que ya de por sí promueve ideales de belleza prácticamente inalcanzables, sometiendo a adolescentes y jóvenes a una presión constante.

En el caso de los TCA, existe amplia evidencia de que ciertos medios de comunicación y usos de las redes sociales pueden representar un riesgo significativo. Sin embargo, es necesario profundizar en la investigación sobre el impacto del consumo de pornografía como un factor adicional que podría contribuir a estos y otros problemas.

¿Cómo influye la pornografía en la percepción corporal?

Existen algunos estudios recientes que sugieren que el consumo de pornografía puede contribuir significativamente a la dismorfia corporal (una percepción distorsionada de la imagen corporal, que desemboca en preocupaciones excesivas sobre los defectos físicos que la persona percibe que tiene), la auto-objetificación y la internalización de estándares de belleza inalcanzables, factores de riesgo altamente conocidos en los TCA. El consumo de pornografía refuerza ideales de belleza irreales, generando, posteriormente, efectos indeseables como la insatisfacción con la propia imagen. En un intento por alcanzar estos ideales y como desahogo ante su malestar, el usuario podría aumentar su riesgo a desarrollar conductas alimentarias disfuncionales, como restricciones o conductas de compensación.

Los cuerpos presentados en el contenido pornográfico suelen cumplir con exigencias estéticas irreales, lo que lleva a muchos consumidores a una comparación constante y perjudicial que afecta tanto a su autoestima como a la de sus parejas. De hecho, algunos estudios indican que las mujeres cuyas parejas consumen pornografía regularmente tienden a sentir una presión intensa para cumplir con estos estándares, lo que a su vez puede inducir comportamientos asociados con los TCA, como la restricción alimentaria y la dismorfia corporal.

Además de una figura esbelta y fibrada, los cuerpos en la pornografía aparecen modificados estéticamente de diversas formas: ausencia de vello corporal, aumento quirúrgico de zonas específicas, piel sin imperfecciones, musculatura definida y sin un gramo de grasa o modelaciones como la resección de las costillas flotantes, entre otros ejemplos. Estos ideales van mucho más allá de lo que la genética o la realidad corporal permitirían, y su constante exposición refuerza la idea de que solo estos cuerpos son «deseables», perpetuando múltiples mitos y riesgos para la salud.

Un problema que afecta a mujeres… y a hombres

Es importante recordar que, si bien los trastornos alimentarios son mucho más frecuentes en mujeres, los hombres no están exentos de padecerlos. En los últimos años, ha crecido el número de hombres con TCA, así como el uso de esteroides u otras sustancias y de conductas compensatorias, como el exceso de horas en el gimnasio. La pornografía contribuye a la normalización de cuerpos masculinos extremadamente musculados y sin grasa, sugiriendo que solo aquellos hombres que poseen estos atributos son capaces de proporcionar y obtener placer sexual. Así, el mensaje subyacente es claro: “Con estos cuerpos somos deseados, con estos cuerpos obtenemos placer”. Como es de esperar, este mensaje implícito conlleva múltiples riesgos asociados.

La objetificación y sus consecuencias

La objetificación o cosificación es uno de los efectos más perjudiciales del consumo de pornografía sobre la propia figura corporal. Consiste en que las personas afectadas, mayoritariamente mujeres jóvenes, internalizan la idea de que los demás centrarán su atención únicamente en su imagen física, sin atender otros aspectos de su ser. Esta forma de violencia simbólica genera una sensación de deshumanización en quien lo padece, haciendo que se perciba como un mero objeto. La pornografía ha contribuido a ello, ya que los estándares estéticos se vuelven cada vez más relevantes e inalcanzables, provocando que la persona pueda desarrollar, entre otras problemáticas, comportamientos desordenados relacionados con la alimentación.

Un fenómeno global

Este fenómeno no es exclusivo de Occidente. En países asiáticos como Corea del Sur y Japón, la popularidad de la pornografía en línea va en aumento, pudiendo potenciar los problemas de imagen corporal entre los jóvenes. La exposición constante a cuerpos digitalmente alterados o editados para cumplir con ideales estéticos extremos incrementa el riesgo de padecer problemas de salud mental. Un claro ejemplo es el reciente caso de Corea del Sur, donde se descubrió la existencia de un bot coreano que creaba imágenes falsas sexualizadas de personas reales.

Una prevención eficaz

Aunque cada día se trabaja más y mejor en ello, es urgente y necesario que los profesionales actuemos de manera colaborativa para abordar todas las posibles causas y efectos del consumo de pornografía en los usuarios. Este tema, lejos de ser ya un tabú, exige que exploremos a fondo todos sus efectos nocivos en la salud comunitaria, no solo en relación a los TCA, sino también al sentimiento de vacío, a la evitación experiencial, la comorbilidad y/u otros aspectos relevantes.

Un abordaje integral, considerando todos los factores de riesgo de la población a la que vaya dirigida la intervención, será la mejor forma de prevención.

 

Andrea Vázquez Bello / Psicóloga sanitaria. Directora ejecutiva, docente y autora del Máster Oficial en Trastornos de la Conducta Alimentaria de la UNIR.

 

Fuentes bibliográficas:

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Tylka TL, Calogero RM. Perceptions of male partner pressure to be thin and pornography use: Associations with eating disorder symptomatology in a community sample of adult women. Int J Eat Disord. 2019; 52: 189–194. https://doi.org/10.1002/eat.22991