No. El título no es bueno. Sobre todo porque nada más contrario a una buena conversación que una guía, un modelo o una táctica. Habitualmente los grandes diálogos surgen, no se preparan, por el interés y la confianza recíproca. Dicho esto, también es cierto que hablar de sexualidad o de pornografía no es una conversación habitual, incluye temas íntimos y además durante mucho tiempo ha sido un tabú en muchos ambientes.
Al inicio de un nuevo curso, a la vuelta de vacaciones para muchos, puede surgir de modo más o menos natural -siempre hay que proponérselo- un interesante diálogo con tu hijo o tu hija. El descanso de estas semanas, una convivencia familiar más intensa, la ausencia de carga escolar, suponen una ocasión de oro para, al menos, plantearse una conversación con tus hijo sobre estos temas. Ojo: puede durar un minuto o cuarenta, no se trata de hablar de todo y en profundidad, incluso evita quizá la palabra «conversación», que puede parecer seria e irreal. Quizá no sean más que unos comentarios, con pausas muy largas, da igual. Lo importante es empezar, es lanzarse. Las conversaciones sobre temas importantes van precedidas de muchas conversaciones sobre temas nada importantes.
Todavía más necesaria es esta conversación cuando descubrimos que nuestro hijo o hija ve pornografía. Piensa que es una gran oportunidad, una ocasión de oro, para educar. Es mucho peor no saberlo.
Aprovecha el momento.
Tres momentos para una gran conversación
Algunos consejos para una conversación con nuestros hijos, si nos damos cuenta de que consumen pornografía o incluso si no lo hacen, porque antes o después tropezarán con ella. No se trata de estrategias o técnicas. Y es importante no agobiarse y desdramatizar.
ANTES. Depende cómo te enfrentes al problema lo podrás solucionar de un modo u otro. Varias pautas para esta etapa previa:
La tranquilidad, para empezar. Lo pasado, pasado está. Es momento de construir. Y eso siempre es positivo.
Recuerda cuando tenías su edad. Un hijo se parece a su padre, una hija a su madre.
No es un futuro adicto. No proyectes problemas que solo están en la imaginación.
Recopila datos y argumentos. ¿Qué le quieres decir para ayudar? Busca razones que pueda entender y que le motiven. Nada de sermones.
Recuerda valores de la familia que quieras transmitirle.
Empieza por lo importante. Cómo hablarle de amor, sentimientos, sexualidad.
Elige el momento y lugar. Ambos debéis estar cómodos y sin prisa.
¿Mamá o papá? Decide quién habla con él o ella. Lo habitual, el padre con el chico y la madre con la hija. Pero no hay reglas escritas ni fijas, claro.
DURANTE. Muchos problemas se arreglan hablando… y escuchando.
Cada gesto y palabra importa. La forma que elijas para empezar marcará el tono de la conversación y buena parte del éxito o del fracaso.
Admite si estás nervioso, incómodo o que necesitas práctica. Tómate un respiro.
Antes de responder, pregunta qué sabe, piensa, imagina.
Déjale hablar. Nadie como él para verbalizar su inquietud. Cuanta más información tengas, mejor podrás ayudarle.
Contesta siempre. Di la verdad adaptada a su edad.
Pregunta con delicadeza. No exijas una respuesta completa e inmediata.
Ofrece temas abiertos, no solo respuestas concisas. Por ejemplo, deslizar un: “¿Y tú qué crees?”
Conviértelo en aliado tuyo. “¿Cómo ayudarías a un amigo tuyo con este problema?”
Comparte una experiencia personal. Nada une más como sentir que el otro ha pasado por ahí o ha tenido un problema similar.
Utiliza ejemplos de noticias.
El humor y la risa son grandes aliados para cualquier diálogo.
DESPUÉS. La sexualidad siempre ofrece interrogantes. Tu apoyo es clave para su futuro.
La pregunta clave. Quizá el día después, deja caer: «¿te pareció bien lo que hablamos ayer?». Así sabrás por su respuesta o su mueca si le gustó o no.
Deja la puerta abierta a futuras conversaciones. Ya has hecho lo más difícil.
Medidas de apoyo. Si la situación lo requiere, un filtro protector, un control parental, será de gran ayuda.
Carrera de fondo. Según el interés y la edad, ofrece libros, páginas web, documentales, cursos de sexualidad, etc.
¿Y cómo romper el hielo?
Algunos modos, entre mil, de comenzar la conversación:
- “Me gustaría hablarte de sexualidad, pero si te digo la verdad, no sé bien cómo empezar…”
- “¿Podemos hablar un rato de un tema algo incómodo pero realmente interesante?”
- “Esta semana he leído un reportaje sobre adicciones de la conducta, y me ha parecido fascinante ver cómo afecta la pornografía al cerebro. Déjame que te cuente algunos datos de los que no tenía ni idea…”.
- “¿Hablamos cinco minutos de algo muy actual y así compartimos nuestros puntos de vista?
- “Déjame que te cuente una historia personal, que me marcó cuando tenía tu edad más o menos…”
Lo que no hay que hacer
- Ignorar la pregunta.
- Distraer a nuestro hijo en vez de responder.
- Hacerse el distraído para no responder.
- Derivar la pregunta al otro progenitor.
- Posponer la respuesta indefinidamente.
- Mostrarse incómodo o desconcertado.
- Dar respuestas muy largas y complejas.
- Mentiras o inventivas.
- Convertir la conversación en un monólogo
En definitiva, cualquier avance en confianza, en cercanía, en sinceridad con tus hijos será oro puro. Acabamos este post con un frase que aúna lo dicho hasta ahora. «El sexo es uno de los actos más importantes de los seres humanos, por lo que debo juntarlo con algunas de las cualidades más importantes de los seres humanos: la confianza, el respeto, el amor, el compromiso», Julie Metzger, educadora sexual de Seattle, creadora de Great Conversations.
«Un hijo se parece a su padre, una hija a su madre.» Me pareció aberrante esta enunciación.
Efectivamente, esa frase no es correcta, más bien habría que decir que un hijo suele tener algunos rasgos del padre, aunque también de la madre; y la hija de la madre, y también del padre.
Aunque hablar de «aberrante» nos parece exagerado…
Muy buena iniciativa hablarle a los padres, en mi adolescencia solo hablaba esos temas con mis hermanos, que son un poco mayores que yo, sin embargo creo que un ciego no puede guiar a otro ciego, quién mejor, pues los padres, y así conocen un poco más a sus hijos y hacen su relación más estrecha.
Así es, esa es la idea: el vínculo entre padres e hijos de esta manera se fortalece y la confianza aumenta. Todos ganan.