Unos meses atrás, estaba en el coche y en la radio sonó la típica canción que se te pega para todo el día; no más de tres minutos de duración, ritmo repetitivo y acordes tremendamente predecibles. ¿Qué pasó? Lo previsto, la canción se reprodujo en bucle en mi cerebro para el resto del día…
Es curioso cómo con tan poco tiempo de exposición a esa sintonía predecible, la estuve masticando varias horas después. Al final, el oído se va haciendo a esa narrativa musical, ¿verdad?; se adapta y la acepta, y después de todo, puede que te acabe gustando ese tipo de canciones y en casos extremos, hasta se las pides al dj.
¿Y esto qué tiene que ver con la pornografía y con el feminismo? La analogía está clara, la exposición reiterada a cierto contenido acaba configurando tus gustos y deseos. Lamentablemente, la pornografía tiene una narrativa misógina que se repite hasta la saciedad; la mujer es el objeto cuya única función es la de complacer los deseos del hombre, sean cuales sean y en cualquier momento (sin límites). En la ficción del porno, la respuesta siempre es un “sí”.
¿Qué pasaría si a partir de mañana “no” significase “sí”? Imagínate que quedarte paralizado/a pueda ser interpretado como “¡Sí, por supuesto!”, ¿qué pasaría? No hace falta tener mucha imaginación. Solo hay que mirar la prensa para darse cuenta de lo que está pasando actualmente. Esto ya es una realidad, la ficción del porno está transformando los gustos, percepciones y comportamientos de sus consumidores. Las categorías de “violación” y “abuso” que aparecen en los principales portales pornográficos no hacen más que aumentar en popularidad.
Pero a ver, no vamos a exagerar ¿no? ¿Realmente hay tanta violencia en la pornografía? La respuesta es sí, y mucha. Tras un estudio en el que se analizaron los 304 vídeos más populares de una conocida plataforma de pornografía, el 90% de ellos contenía violencia y prácticamente siempre contra la mujer. Lo mejor de todo es que la respuesta de estas mujeres a la agresión, (ya fuese verbal o física), era de placer o neutralidad. (Bridges y Scharrer). Parece que ahora todo empieza a encajar.
Aquí me acerco a la cuestión principal, la pornografía tiene un papel protagonista en la permanencia de la desigualdad entre hombres y mujeres:
- La pornografía vende el abuso y la violencia hacia la mujer como algo deseable y sexualmente atractivo.
- Representa una visión deformada de los deseos y comportamientos de la mujer y la feminidad.
- Refuerza la idea de dominación del hombre y los estereotipos machistas.
- Si se normaliza la idea de que la mujer está al servicio del placer masculino, surge frustración en algunos hombres, al verse rechazados. Esto puede degenerar violencia y/o coerción.
- Trivializa el abuso, la dominación y la violencia sexual contra las mujeres.
En conclusión, en estos días de reflexión sobre feminismo, es necesario pararse a pensar qué actividades de nuestro día a día alimentan la desigualdad. ¿Cómo pretendemos que un adolescente respete a sus compañeras, mientras el porno le enseña que golpear a una mujer es algo sensual? ¿Cómo podemos trabajar por la igualdad si obtenemos placer viendo y tolerando abusos contra mujeres? Es hora de salir del bucle.