El 8 de marzo puede parecer un día cualquiera, pero a la vez es día especial, al menos para las mujeres. Por ello, queremos compartir el testimonio de una mujer que sufrió en primera persona los efectos de la pornografía en su matrimonio y en ella misma. El consumo de pornografía, mayoritario entre los varones, aunque cada vez más extendido entre las mujeres, causa un daño grande por lo que supone de traición, infidelidad, incomunicación, autoestima, culpabilidad. No es algo menor. Y hoy queremos recordarlo. Por ellas.
Quiero contaros que la adicción que mi marido tenía a la pornografía no sólo estaba destruyendo su vida, sino que también estaba acabando con mi propia vida. Nos estábamos convirtiendo en un matrimonio vacío, en un matrimonio roto por todos lados, un matrimonio que no iba hacia ningún lado.
Nos casamos con mucha ilusión, con muchos sueños, con muchas ganas de hacer cosas juntos y amarnos profundamente, pero la pornografía no estaba dejando que nuestra relación pudiese crecer, que nuestro amor el uno por el otro avanzara y se mostrara de una manera real, de una manera que llenase el corazón del uno y del otro.
Yo me empecé a sentir muy vacía, empecé a sentir que no valía realmente, que como mujer no era suficiente, me empecé a sentir muy sola. No era capaz de hablar este tipo de cosas con nadie, empezaron mis complejos. Quería aumentar mi pecho, quería aumentar mis glúteos, quería cambiar muchas cosas de mi físico porque consideraba que no era apta, que yo era la mujer que tenía que ser para él. Entonces pensé que el problema realmente lo tenía yo.
Se estaba convirtiendo en un hombre frío, en un hombre que no era accesible, en una persona muy distante y eso a mí me estaba hiriendo profundamente porque yo lo amaba, yo quería estar con él, yo quería hacer mi vida completamente con él. No quería que hubiese nada ni nadie que estuviera en medio de nosotros. Mi marido estaba cada vez más distante conmigo, yo intentaba acercarme a él pero no era capaz de llegar a conectar con él. No era capaz de saber realmente lo que pensaba, lo que había dentro de él, en sus sentimientos, en sus emociones, no lograba saber qué estaba ocurriendo.
¿Por qué buscaba esas cosas? ¿Por qué tenía esa gran necesidad? Yo no lograba encontrarme a mí misma, no lograba saber realmente quien yo era. Yo sentí que en un momento me perdí y seguía caminando pero perdida, sin saber a dónde iba, yo ya no era la mujer de antes, sino que algo de mí se perdió en aquellos momentos y con el tiempo tuve que volver a encontrarme, pero la pornografía estaba realmente acabando con nosotros, acabando completamente con nosotros.
Perdí mis aspiraciones, mis ilusiones, perdí lo que quería realmente en mi vida individual como mujer, lo había perdido todo en el camino, sentía que no me quedaba nada, porque realmente lo que yo quería era estar con mi marido y que estuviésemos bien.
A los tres años tuvimos que separarnos, tuvimos que dejarlo todo y cada uno buscar ayuda por su lado, buscar ayuda individual porque ya la relación era insostenible. No avanzábamos. Mi marido cada vez estaba más y más sumergido en la pornografía y estábamos llegando a unos límites, a unos extremos bastante grandes. Nuestro matrimonio ya no había por dónde poder avanzar, entonces nos separamos unos meses y a los meses volvimos a rehacer nuestra vida juntos.
Fueron momentos muy difíciles, también, el volver a juntarnos, porque yo aún estaba muy dolida, tenía mucha desconfianza en mí, mi autoestima todavía no estaba solucionada, todavía peleaba como mujer en quien yo era y tenía todavía dudas de si él realmente había cambiado y quería estar conmigo y me amaba de verdad.
En esos tres años, nunca dejé de creer que mi marido podía salir de esa adicción. Una adicción tan fuerte y tan profunda que lleva a las personas a perder, no sólo sus valores, sino toda su persona en sí. Por eso, yo quería estar cerca de él, quería estar a su lado, no quería abandonarlo, no quería dejarle a la primera de cambio.
Yo sabía que él podía salir de esa adicción pero tuve que darme cuenta de que necesitaba una ayuda más especializada y cuando lo tuve que ver no fue fácil, porque eso trajo conflicto entre nosotros, pero mi marido aceptó entrar en un centro de rehabilitación y ha sido lo mejor que nos ha podido pasar como matrimonio, de las mejores cosas.
Este testimonio es real y muy auténtico; sin embargo, no es el único que existe. Por este motivo, desde Dale Una Vuelta creamos el Proyecto Nosotras con el deseo de escuchar y recoger cada testimonio de mujeres que hayan vivido o estén viviendo una realidad similar y que necesiten ser acompañadas. Desde Dale Una Vuelta os gritamos: No estáis solas.