Muchas de las personas que consumen pornografía, ya sea de forma adictiva o de forma ‘casual’, probablemente ya sepan que ver pornografía puede estar “mal” en muchos sentidos. Ya sea por el daño que puede generarle al propio cerebro, las injusticias que se esconden en la industria del porno, por la cosificación de la mujer que se visualiza, o por la traición que puede sentir nuestra pareja… Una parte de nosotros ya sabe que consumir pornografía está “mal”. Pero continuamos haciéndolo.

Entonces, se genera en nosotros una doble cara: la que consume pornografía cada vez que le apetece, una vez más; y la que, también una vez más, se llena de culpa y remordimiento al consumirla, sabiendo que no es la mejor opción. ¿Qué nos ocurre?

El bloqueo nunca es positivo

El sentimiento de culpa no suele ser una emoción agradable de experimentar… Sin embargo, como casi todas las emociones humanas, tiene una función. En este caso, la culpa se encarga de eliminar de nuestro repertorio de comportamientos aquellas acciones que se consideran negativas. Pueden tratarse de acciones que tienen consecuencias desfavorables para nosotros mismos o los demás, acciones que van en contra de nuestros valores, o acciones que ocasionan un daño.

En casos en los que la persona no quiere ver pornografía, pero continúa haciéndolo por determinadas razones, entra la culpa: la encargada de avisarnos de que ver pornografía tan frecuentemente no se alinea del todo con la persona en la que nos queremos convertir, con nuestra moralidad o con la persona que queremos ser para los que nos rodean.

Sin embargo, podríamos decir que existen dos tipos de culpa: la sana, y la insana. ¿Qué las diferencia? A grandes rasgos, que una te enreda y te bloquea, y la otra no.

Culpas gemelas

La culpa “sana” es necesaria para mejorar como personas, sin ella no nos arrepentiríamos de nuestros defectos. Y más sano todavía es pedir perdón, reconocer nuestros errores, darnos cuenta que nos equivocamos. Pero se convierte en la conocida “culpa patológica” cuando crece en tamaño, y su presencia nos mina el bienestar psicológico. Empieza a influirnos en la vida cotidiana de una forma que no debería. Quizá nos hace pensar que “somos monstruos” por ver pornografía, o que “no somos dignos” del amor de los demás por el simple hecho de consumir pornografía.

¿Cómo funciona la culpa patológica? Comienza a influir en mi autoestima, en cómo me hablo a mí mismo y en mi identidad. Me siento deprimido, ansioso o inferior a los demás con frecuencia, únicamente a raíz de mis acciones. Además, la emoción crece en intensidad: lo que en un principio era un mero arrepentimiento, ahora se trata de una angustia aguda cada vez que repito mi “error fatal”.

Nos aislamos en nuestro propio bucle de autocondena, y de repente nuestra vida se bloquea sin que sepamos cómo proceder. Nos vienen a la mente pensamientos del estilo: «Me cuesta horrores dejar de consumir pornografía, pero a la vez me siento cada vez más culpable…».

De la culpa a la responsabilidad

La culpa patológica nos bloquea. De tanta ansiedad, nos perdemos entre autocríticas e intentos fallidos de cambio. ¿Cómo podemos desatascarnos? Empezando por reconocer lo que estoy experimentando mediante tres pasos sencillos.

Primer paso. Perdonarse a uno mismo. La culpa patológica aparece de la mano de la autocrítica. Es esencial entender que somos humanos. Cometemos errores y no lo hacemos todo perfecto. Como personas imperfectas, a lo largo de nuestra vida fallaremos mil veces. Una vez aceptamos esta realidad, la autocrítica se desvanece, y con ella la ansiedad.

Es importante reconocer que nuestro valor como personas no reside en nuestras acciones, mucho menos en nuestros defectos. Por ello, consumir pornografía no nos convierte en personas “indignas”, mucho menos “monstruos”.

Los fallos nos sirven para aprender. En este primer paso nos preguntamos: ¿Qué aprendo con esta conducta inadecuada? ¿Es la pornografía un contenido adictivo para mí? ¿Quiero esforzarme por alejarme de ella?

Segundo paso. Autoconocimiento, ya que las emociones son mensajeras. Para conseguir superarlas, no vale controlarlas o suprimirlas. Tenemos que buscar entenderlas.

En este segundo paso reflexionaremos sobre la culpa: ¿De dónde viene? Si me siento culpable por consumir pornografía, ¿por qué continúo consumiéndola? ¿Qué razones tengo para sentirme tan culpable por visualizar pornografía?

Tercer paso. Ponerse en modo acción. Quizá el paso más importante sea el de reconocer que, mediante mis acciones, soy capaz de cambiar mi situación. Aceptar que soy el responsable del punto vital en el que me encuentro y que me orienta a la acción: ¿qué pasos puedo tomar para cambiar mi situación poco a poco?

Es difícil llevar a cabo un cambio radical de la noche a la mañana; pero siempre hay pequeñas acciones que podemos elegir: pedir ayuda, hablar con otra persona, informarnos sobre qué nos ocurre o sobre si les ha ocurrido a otros alguna vez, etc.

Quedarnos en la culpa nos hace entender qué queremos mejorar, pero dar un paso más hacia la responsabilidad nos ayuda a desatascarnos, aceptarnos, y ser capaces de salir adelante.

¿Qué paso decides dar? Te acompañamos.

 

Referencias:

“Sentimiento de culpa: ¿cuándo se convierte en un problema?” 

Imagen: Australian R. Restoration Center.