Así se titula un libro reciente sobre la pornografía, escrito por Peter C. Kleponis, psicólogo y terapeuta clínico norteamericano, con más de veinte años de experiencia profesional en tratamiento de adicción al sexo. El autor ha conseguido una obra muy completa, con abundantes casos reales, datos y cifras sobre consumo, industria, etc., con un estilo divulgativo, abundante material y enfoques, y lleno de esperanza para todo aquel que necesita algún tipo de ayuda.
En las primeras páginas, un análisis del problema en su país, los Estados Unidos, centro neurálgico de la pornografía en todo el mundo, tanto en producción como en consumo.
También, como es habitual al hablar de adicciones, desgrana las cinco aes (otros autores se refieren solo a las tres primeras) que existen en el proceso adictivo:
- Asequible. La mayoría es gratuita.
- Accesible. En tu bolsillo, en tu móvil.
- Anónima. En dos sentidos: puedes consumirla de forma anónima y pocos podrían decir que estás consumiendo: es una adicción fácil de esconder.
- Aceptada. Para mucha gente, la pornografía es llamada “entretenimiento para adultos”.
- Agresiva. Aunque existen muchos factores, se puede caer en la adicción con pocas visiones.
De todos modos, explica el autor, la adicción a la pornografía a menudo comienza con una herida emocional en la que la persona consume para mantener a raya ese dolor. La adicción, además, entra “sin hacer ruido en la vida”, sin darte cuenta de su fuerza.
Interesante y pedagógico es el acrónimo BLAST, en inglés, en el que señala los detonantes principales que suelen concurrir a la hora del consumo:
- B (Burn out o Bored). Aburrido o quemado.
- L (Lonely). Solitario.
- A (Angry, Afraid o Alone). Enfadado, apático, temeroso, solo.
- S (Sad, Stressed, Selfish). Triste, estresado, egoísta.
- T (Tired). Cansado o harto.
Así afecta a los hombres, mujeres, niños, adolescentes y parejas
La parte más interesante del libro, donde comienza a relatar casos reales y se nota su conocimiento “sobre el terreno”, es la que dedica a explicar cómo afecta la pornografía a los hombres, a las mujeres, a la familia y a la pareja, y por último, a niños y adolescentes.
En un rápido paseo por esas páginas, destacamos frases e ideas sueltas a modo de ejemplos. Merece la pena, si puedes conseguir el libro, leer estos capítulos completos porque es muy certero en cada uno de los grupos que analiza.
Los hombres se estimulan visualmente, las mujeres con las relaciones, dicho de un modo inexacto como todas las reducciones. Los hombres no suelen ver a las chicas de la pornografía como personas reales, pero las mujeres sí, y por tanto, a ellas les parece una engaño.
Además, los hombres se deben dar cuenta que «el sexo es un apetito, no una necesidad, y que no tienen derecho a satisfacer sus deseos sexuales siempre que quieran y del modo que sea», apunta Kleponis.
Muchas mujeres que luchan contra esta adicción tienen miedo de decirlo y buscar ayuda. Piensan que serán rechazadas y etiquetadas como zorras o putas. Sufren en silencio.
Se considera que la adicción al sexo y a la pornografía es propia de los hombres, y casi todos los libros, artículos y programas están orientados a la recuperación de los hombres.
A las mujeres les atrae más las novelas románticas, las telenovelas, los reality, etc. En definitiva, las relaciones. Por esto, las mujeres pueden volverse adictas a la literatura erótica, los chats, los mensajes, las redes sociales, etc.
El autor ve especialmente dañinos los efectos que produce el consumo de pornografía en las relaciones de pareja, en los matrimonios: confianza rota, comunicación dañada, aumento del egoísmo, sexualidad desordenada, disminución de la satisfacción sexual y su rendimiento, así como un aumento de la soledad.
El efecto en las esposas es con frecuencia devastador: muchas lo toman como una traición (que a la vez les lleva a muchas preguntas y dudas), ira y pérdida de confianza, dolor y tristeza, incapacidad de competir y dependencia.
Y la familia también sufre, aunque el consumo sea personal. El uso de la pornografía, según Kleponis, daña “la capacidad de un hombre de ser un buen guía, sostén y protector de su familia. En vez de ser un buen modelo a seguir para sus hijos, es un hipócrita”.
Continúa el autor: “Una mujer podría pensar: ¿está viendo a nuestras hijas de la misma manera que ve a las mujeres del porno? Quizá a un hijo no le molesta mucho, pero para una hija puede ser terrible, y pierde todo el respeto por su padre”.
El autor también cita los datos de la Asociación Americana de Abogados Matrimoniales, donde la pornografía juega un importante papel en el 57% de los divorcios (Eberstadt y Layden, 2010) y está en correlación con el 318% de aumento de la infidelidad (Stack, 2004).
Por último, los niños y adolescentes, los más desprotegidos. Aquí el autor dedica mucho espacio al auge del narcisismo, que está influyendo en la actitud caprichosa y consentida de toda una generación.
Para muchas adolescentes y jóvenes, cuanto más sexy sea su aspecto, más alta creen que es su autoestima. Es una visión distorsionada de la belleza y la autoestima porque se basa en la habilidad de ser un objeto sexual para los demás.
Recuerda el autor que “dejar a los niños solos con internet es como dejarlos solos con una persona totalmente extraña. No se sabe qué puede pasar”.
Hasta aquí la primera parte del libro; la segunda está orientada a sanar la adicción, cómo se consigue la recuperación, y cuáles son las vías más adecuadas. Kleponis no oculta sus creencias cristianas, y esta parte del libro está más orientada a personas con fe, que pertenecen a la Iglesia. Aún así, debido a su dilatada experiencia, toda la primera parte, objeto de esta reseña, pensamos que se puede aplicar a personas de toda condición y creencia (o increencia).
Un libro profundo, bien armado, útil para conocer un problema real, tan real como que nos puede afectar a cualquiera por su enorme atractivo y facilidad de acceso.
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