Si hay algo a lo que no nos acostumbraremos nunca es al acoso sexual a los más vulnerables, normalmente los menores, pero no solo ellos. Los estudios e informes son duros, durísimos, casi incluso nos parecen exagerados. Según el Consejo de Europa, 1 de cada 5 menores termina sufriendo abusos sexuales, un problema que ha crecido cerca de un 60% debido a la pandemia.
En el caso de abusos sexuales en España, según el último estudio de la Fundación Anar (2021), se han multiplicado por cuatro en la última década. Las chicas adolescentes son las víctimas más frecuentes, pero en el caso de menores de 12 años, un 52% son varones.
Otro informe de cita obligada es el que realizó Unicef España a finales del año pasado, sobre el impacto de la tecnología en la adolescencia, con una muestra de más de 50 mil menores, entre 12 y 16 años, en gran parte de la geografía española. En el tema que nos interesa, se concluía que 1 de cada 10 adolescentes ha recibido una proposición sexual en Internet por parte de un adulto.
Un 23% de menores, víctimas
Hace escasos días, un nuevo estudio salía a la luz. En este caso, se trata de una investigación en ciberpsicología de la Universidad Internacional de la Rioja, publicada en Child Abuse & Neglect, prestigiosa revista científica. Han colaborado investigadores de la Universidad del País Vasco, de la Universidad de Deusto y de la Universidad de Barcelona. El titular, por sí solo, era para echarse a temblar: «Un 23 por ciento de los menores es víctima de solicitaciones sexuales de adultos a través de Internet y un 14 por ciento mantiene alguna interacción».
Lo más interesante de este trabajo es que son muy escasos los estudios longitudinales, es decir, que recogen datos de las mismas personas en diferentes momentos de un año, sobre la interacción virtual entre adultos y menores. El número de participantes fue de 1029 personas, 57% chicas y 43% chicos, entre los 12 y 15 años.
Los investigadores consultaron a los menores sobre si habían «sido preguntados sobre tener cibersexo con un adulto vía webcam» o, en el caso de las interacciones, si habían «hablado de sexo con un adulto por internet» o «enviado fotos o vídeos con contenido sexual propio a adultos», lo que puede implicar una manipulación o chantaje por parte del mayor de edad hacia el menor.
De la conversación virtual al encuentro personal
También se les preguntó si habían llegado a conocer en persona al adulto que les había contacto por internet. Respondieron de forma afirmativa 13 menores (1,3 por ciento) en el primer momento de la consulta; 23 (2,3 por ciento), en el segundo; y 26 (2,6 por ciento), en el tercero.
Asimismo, los menores que reportaron haber mantenido un encuentro sexual en persona con el mayor de edad que les interpeló a través de la red fueron 6 (0,6 por ciento) en la primera consulta; 19 (1,9 por ciento), en la segunda; y 18 (1,8 por ciento), en la tercera.
La solicitación sexual más común en las tres oleadas del estudio fue «un adulto me preguntó sobre contenido sexual explícito a través de internet o el teléfono móvil», mucho más frecuente en chicas (88,9 por ciento, en el primer momento; 85,1 por ciento, en el segundo; y 74,5 por ciento, en el tercero) que en chicos (11,1 por ciento; 14,9 por ciento; y 25,5 por ciento).
En el caso de las interacciones, hablar de sexo con un adulto por internet fue la más prevalente, también sobre todo entre las menores (76 por ciento; 82,6 por ciento; y 60,9 por ciento) que entre los varones (24 por ciento; 17,4 por ciento; y 39,1 por ciento).
En un artículo publicado recientemente, Joaquín González Cabrera, investigador principal del grupo Ciberpsicología de UNIR, afirma que «la salvaguarda y protección de la infancia y la adolescencia es tarea de todos y estos datos reclaman una vez más la necesidad de formar a las familias para que realicen una mediación parental online activa; y a los poderes públicos, que doten de recursos a los centros educativos para abordar esta realidad en el marco de la acción tutorial, con el fin de ayudar a su prevención o detección».
En definitiva, un estudio que presenta la magnitud y seriedad del problema con enormes implicaciones prácticas. No existe la opción de quedarse con los brazos cruzados.