Jonathan Haidt, autor de La generación ansiosa, es un psicólogo social de Nueva York, que actualmente se dedica tanto a la investigación como a la educación. Su libro, publicado en mayo de 2024, se ha difundido con éxito en España.

La pregunta clave que se plantea el autor al escribir el libro es: ¿qué ha provocado que la salud mental de los menores caiga en picado? A partir del año 2010, cada vez son más los casos de adolescentes y jóvenes diagnosticados con ansiedad, depresión y otros trastornos psicológicos. En España, un estudio llevado a cabo por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) reveló que los ingresos hospitalarios por trastornos psiquiátricos en pacientes de entre 11 y 18 años, ha sufrido un aumento constante desde el año 2000, concretamente de un 3,9% ha pasado a un 9,5% en 2021.

Los datos también muestran el suicidio como principal causa de muerte prematura en jóvenes, multiplicándose por cuatro los ingresos por conducta suicida en la última década. Además, la edad media en los ingresos por trastornos psiquiátricos en adolescentes disminuyó de los 17 a los 15 años.

Qué es lo que ha ocurrido con la salud mental de los menores es la cuestión que Jonathan Haidt ha querido investigar. Y ofrece una explicación de doble cara: la presencia cada vez mayor de las pantallas en el crecimiento del menor y una infancia cada vez más ausente del mundo real.

¿Qué ha pasado en la Generación Z?

El autor explica un fenómeno que denomina «la gran reconfiguración de la infancia». Entre 2010 y 2015 se produjo un cambio radical en el ecosistema mediático, que no dejó indiferente a la salud mental de los más jóvenes: comenzó el uso generalizado de los smartphones, introduciendo así también las redes sociales en nuestro día a día. En 2009 se presentaron los botones de ‘Me gusta’ y ‘Compartir’, potentes disparadores de la dopamina gracias a la gratificación instantánea.

El fenómeno afecta mayoritariamente a la Generación Z, los nacidos después de 1995, la primera generación que atravesó la pubertad con pleno acceso a Internet y que, a la vez, fue una generación que se volvió más ansiosa, depresiva, autolesiva y suicida. La generación, según Haidt, que se convirtió en “conejillos de indias”.

El autor argumenta que los niños nacen con dos programas de aprendizaje innatos que les ayudan a entender su mundo social: el sesgo de conformidad y el sesgo de prestigio. El primero motiva a los niños a imitar lo que parece ser más común en su entorno social; y el segundo a imitar a quienes parecen ser más exitosos.

Estos dos programas, con la aparición de Internet, se vuelcan en las redes sociales, secuestrando el aprendizaje social. El entorno social del menor deja de estar conformado por sus amigos y familiares, y pasa a incluir personajes públicos de todo tipo (por ejemplo, los conocidos influencers). Fijan su atención sobre estas referencias, y tratan de buscar su validación en la imagen: cámaras frontales, niñas maquilladas a los 10 años, adolescentes con vigorexia…

Los niños crecen priorizando qué imagen darán a los demás, tratando de imitar el ideal de persona exitosa que se les propone, en lugar de construir una identidad propia.

Sobreprotección en el mundo real, infraprotección en el virtual

Con esta frase se podría resumir el mensaje principal de La generación ansiosa. Los niños de la era digital experimentan más interacciones sociales en el mundo virtual que en el mundo real, pero son interacciones carentes de toda vivencia corporal: no existe el tono de voz, ni los mensajes no verbales, ni las expresiones faciales… Según Haidt, no podemos esperar que desarrollen habilidades sociales, cuando gran parte de las interacciones se dan en este mundo online.

El libro desarrolla además cuatro consecuencias principales de la hiperconexión al mundo online: la privación social, la privación del sueño, la fragmentación de la atención y las adicciones.

Mientras los padres dirigen sus preocupaciones hacia la sobreprotección en el mundo exterior, los menores caen presos de los riesgos del mundo virtual. Según sostiene Haidt, la sobreprotección abunda en las calles, mientras que escasea en el mundo online.

En busca de un equilibrio 

Sin demonizar a las redes sociales ni la tecnología, Haidt simplemente señala el impacto de esta nueva era digital en la salud mental de los menores, especialmente en este periodo crítico de transición hacia la vida adulta.

Haidt propone lo esencial para una infancia sana: el juego libre. Los niños necesitan pasar su tiempo libre jugando con amigos, cara a cara, donde exista un sano esfuerzo por reunirse en comunidades. Un esfuerzo que enseña lo que se debe invertir en las relaciones humanas.

En el momento en el que introducimos la barra libre de Internet en las vidas de los menores, perdemos en salud mental. Perdemos la noción del tiempo, de la propia identidad y el valor de casi todo aquello que no sea imagen.

Las redes sociales se convierten en «los motores de conformidad más eficientes jamás inventados», en el umbral más efectivo al determinar qué comportamientos son aceptables. Adquieren un rol cada vez mayor en la educación de los menores de manera inconsciente, similar a lo que hace la pornografía con el sexo. Si nadie enseña a los menores, ellos acuden a las pantallas para aprender.

En conjunto, Haidt sostiene una tesis sencilla: es posible que algunos adolescentes encuentren pequeños beneficios en el uso de redes sociales, pero palidecen frente a las consecuencias nocivas.

¿Cómo trabajar para conseguir un equilibrio entre protección y uso de dispositivos digitales? Esa es la cuestión, que requiere… muchas vueltas.

 

Referencias:

Haidt, J. (2024). La generación ansiosa: Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes. Deusto.

 

Imagen: The New Yorker Radio Hour.